Capítulo 9.



—Santos.—Bárbara agachó la mirada.—La razón fue porque... ¿Recuerdas la última vez que estuvimos juntos?—Preguntó con lentitud. Santos confundido asintió.—Yo quedé embarazada.—Soltó de una. Santos abrió la boca soltando el aire, estaba sorprendido.

—Bárbara...


—No me detengas.—Ordenó débilmente.—Yo estaba enojada contigo por todo lo que pasó con Marisela y... Pensé que...—No pudo continuar, sentía como un nudo se transformaba en su garganta y a la final las lagrimas salieron a flote.

—Te entiendo.—Santos la atrajo a su pecho.—Pensaste que casándote yo no sospecharía nada cuando te viera en tu retorno.—Suspiró. 


Santos pudo comprenderla pero sin embargo estaba feliz, no podía creer lo que había escuchado ¿Iba hacer padre? 

Bárbara lo miraba nerviosa, no sabía lo que pasaba por la mente de Santos y eso estaba acabando con ella poco a poco. 
Recordó las actitudes de Santos en el pasado, en como trataba de evitar el tema. 

—No te atormentes.—Santos le sonrió.—Gracias, mi vida.—Le susurró a escasos centímetros de sus labios.


—¿Gracias?—Preguntó confundida.


—Acabas de darme la mejor noticia, Bárbara.—Rió.—Voy hacer papá.—Sonrió feliz.—Te amo, hermosa.—La besó con lentitud, saboreando su saliva. 


 Unos tímidos golpes en la puerta los hizo separar, Marisela asomó su cabeza con cierta vergüenza.

—¿Ya le contaste?—Preguntó incapaz de dejar de sonreír emocionada.


—¿Tu qué crees?—Preguntó Santos sonriendo como nunca. 


—Los felicito.—Dijo soltando un pequeño grito de emoción.—¿Te quedas?—Le preguntó a Santos.


—¿Quiere usted que me quede?—Le preguntó con burla a Bárbara. 

—Si no hay otra opción.—Bárbara se encogió de hombros.

—No hay.—Santos bufó.—Así que te toca conformarte, me quedo.—Tanto Bárbara como Marisela rieron. 


—Bueno, iré a ver si ya puso la marrana.—Asintió Marisela incomoda. 


Santos esperó a que Marisela saliera para poder subirle la camisa a Bárbara quien lo miró con desconfianza.


Santos sonrió observando su plano vientre.


—Nuestro bebé, Bárbara.—Dijo en las nubes.—Nuestro hijo.—Le sonrió mientras iba hasta ella para besarla.



****

A la mañana siguiente:

Bárbara despertó antes que Santos, con lentitud se levantó y se dirigió hacia el baño para arreglarse.

Al salir, frunció el ceño al darse cuenta que no estaba. Sin darle importancia, empezó arreglarse. 


—Buenos días.—Santos entró al cuarto sorprendiéndola.—¿Cómo amanece la mujer más bella del mundo?—La alagó al verla ya arreglada. 

—Buenos días, guapo.—Bárbara fue hasta él para darle un beso.—¿Donde estabas?—Preguntó al verlo totalmente arreglado. 

—Estaba en mi cuarto buscando esto.—Santos le tendió una rosa.


—¿Qué acaso compraste una floristería?—Se burló mientras la miraba con aprecio.


—No tendría porque.—Se encogió de hombros.—Ya tengo a la flor más bonita.—Le besó la mejilla.—¿Nos vamos, señorita?—Le preguntó.


—Necesito despedirme.

—Está bien, te espero abajo.—Tomó la maleta de Bárbara.—Me despides de ellos...


Bárbara salió después del rato a la habitación de Alex, con un poco de timidez tocó la puerta, a los poco segundos Alex la abrió.

—Bárbara.—Se sorprendió.—¿No deberías estar en un taxi justo ahora?—Observó su reloj. 

—¿Pensabas que me iba a ir sin despedirme, Ferrer?—Le preguntó sonriendole.—¿Donde está tu hija?—Preguntó. Alex le dio paso a su cuarto.


—Está en su habitación.—Le informó.


—Le pediré que nos acompañe...—Le susurró.—¿Por qué no vienes?—Preguntó con timidez. 

—No me gustan las despedidas.—Alex le sonrió a lo lejos.—Además tengo trabajo que hacer.—Se excusó.

—De acuerdo.—Asintió. Fue hasta el cuarto de Mónica.

—Hola.—Mónica le abrió la puerta agitada.—Que bueno que no te hayas ido.—Dijo respirando con dificultad.

—¿Estabas corriendo?—Bárbara alzó una ceja.

—Algo así, no quería que te fueras y no te despidieras.—Se rió.


—Jamás, bonita.—Le sonrió con cariño.—Justo venía a pedirte que me acompañaras al aeropuerto.


—¡Si!—Dijo con entusiasmo.—Vamos.


Al llegar nuevamente a la sala, se encontraron con Alex en el balcón.


—Pa.—Mónica llamó su atención.—Iré acompañar a Bárbara.—Le informó.


Alex entró a la estancia y le sonrió con cierto nerviosismo.


—De acuerdo, cariño.—Le sonrió.—Bárbara... ¿Me permites un momento?


—Claro.—Mónica los miró antes de salir del cuarto avisando que estaría abajo.—¿Pasa algo malo?—Preguntó al ver la cara que tenía Alex.

—Si.—Sonrió nervioso.—Como te digo esto, guapa.—Unió sus manos de forma nerviosa. Bárbara lo miró con cautela.—Bárbara yo...—Se calló de pronto pensando que tal vez no fuera buena idea haber abierto la boca.


—Alex, dime que te pasa.—Bárbara se acercó a él.—Tienes desde hace unos días estando raro.

—Estoy enamorado de ti.—Soltó de una. Bárbara abrió la boca.—Sé que esto es una locura.—Rió nervioso.—Comprendo muy bien tu situación, Bárbara... Créeme que yo no esperaba esto.—Soltó un exclamación.—Se que amas a Santos, niña.—Le sonrió.—Y se que tu felicidad está con él y para mi no hay nada más importante que verte feliz.—Tomó su rostro entre sus manos.—Te mereces ser feliz, cariño.

—Alex...—No sabía que decir. Él era la última persona que quería dañar.

—No digas ni una sola palabra, Bárbara Guaimarán.—Rió.—Espero que Luzardo no cometa ninguna estupidez ahora.—Rodó los ojos y se agachó para hablarle a su vientre.—Eres un afortunado, bebé.—Bárbara no pudo contener que una pequeña lagrima corriera por su mejilla.—Tienes a la mejor madre del mundo.—Besó con dulzura su vientre. 

—¿Por qué me lo dices ahora?—Preguntó Bárbara observándolo con cariño. 

—¿Cambiaría algo el que te lo hubiera dicho antes?—Se burló.

—Te quiero, Alex.—Susurró.

—Lo sé, es imposible no quererme.—Ambos sonrieron.—Ahora haré algo que probablemente a Luzardo no le guste.—Informó. Y sin darle tiempo a nada, tomó las mejillas de Bárbara y la besó, Bárbara no puso resistencia y dejó que la besara. Alex la sostuvo por la cintura con una mano y con la otra acariciaba su barbilla.

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Mónica bajó hasta el lobby y localizó a Marisela y Santos en la calle buscando un taxi. 

—¿Los llevo?—Preguntó sorprendiéndolos.

—Por favor, porque por lo que veo hoy no llegamos.—Exclamó Marisela.

—¿Donde está Bárbara?—Preguntó Santos.

—Ella... Está en...—No supo que responder.—¿Vamos al carro?—Sonrió con inocencia. 

—¿Donde está?—Gruñó Santos.
Antes de que pudiera contestar la rubia, Bárbara llegó a su lado.

—¿Qué pasa?—Preguntó al ver la cara de Santos.—Me estaba despidiendo de Alex.—Se encogió de hombros.—¿Vamos?—Preguntó impaciente.

Los cuatro partieron hacia el aeropuerto, Santos observaba en silencio a Bárbara quien iba más callada de lo normal.
Al llegar y su vuelo se anunciado, las dos jóvenes no pudieron evitar empezar hacer pucheros y lagrimear. 

—Oh, vamos.—Se quejó Bárbara.—No me lloren.—Gruñó.

—Ten.—Mónica le tendió una pequeña cajita.—Ábrela cuando estés en tu casa.—Bárbara asintió mientras la abrazaba.

—Prometo ir de visitas.—Dijo Marisela triste.

—Yo también prometo venir.—Sonrió ante todo.—¿Verdad, amor?—Le preguntó a Santos quien las veía un poco incomodo, asintió.

—Oye, grandote ¿Me haces un favor?—Pidió Mónica para darles un poco de espacio a madre e hija. 

—¿Qué pasa, rubia?—Preguntó.

—¿Le vas a pedir matrimonio a Bárbara?—Preguntó directa. 

—Eso estuve pensando.—Sonrió.—¿Por qué?

—Porque desde ya te aviso que seré una de las damas.—Lo señaló.

—¿No crees qué eso se lo debas preguntar a Bárbara?—Dijo con burla.

—Y lo haré, pero necesitaré tu apoyo.

—Lo tienes, pequeña.—Le sonrió.—Además un pajarito me dijo que eres buena organizando bodas.—La miró con burla.

—Soy la mejor.—Le guiñó el ojo.—Te voy a extrañar, Santos.—Susurró tímida sorprendiendo a Santos.

—Yo igual, pequeña.—Los dos se abrazaron haciendo que Bárbara y Marisela sonrieran llenas de ternura.

—Bueno, basta de afecto.—Mónica se separó.—Espero tengan un buen vuelo.—Anunció recobrando la compostura. 

Bárbara y Santos subieron al avión tomados de la mano para regresar aquel lugar donde habían vivido tantas cosas.


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Antes de regresar al hotel, Mónica acompañó a Marisela a su nuevo hogar. 

—¿Sabes qué es lo mejor?—Preguntó la rubia.


—¿La vista al mar?—Preguntó Marisela.


—Nou...


—¿El qué?


—Que me queda cerca para fastidiarte.—Mónica le lanzó un cojín a la cara.


—¡Dios que suplicio!—Se quejó fingidamente Marisela.


—Me amas.—Mónica la miró de arriba a bajo.


—Lo que digas.—Bufó.—Ahora, solo falta traer mis cosas y listo.—Informó feliz. 


—¿Y no tienes más nada que hacer hoy?—Preguntó con burla la rubia.


—Que yo recuerde... No.—Dijo Marisela pensándolo bien.


—¿Segura?—Rió.—¿Una cita con alguien llamado Diego, no te suena familiar?


—¡Mierda!—Exclamó.—Lo había olvidado.


—No me digas.—Ironizó Mónica.


—¿Serás buena niña y me ayudarás a arreglarme verdad?—Marisela le sonrió.


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Bárbara y Santos habían llegado a San Fernando, habían parado a comer algo. Bueno, Santos comía, Bárbara jugueteaba con lo que había en su plato sin mucho animo.

—Vamos, amor.—La animó Santos.—Come un poco.

—Es inútil, no tengo hambre.—Se quejó ella.


—¿Pasa algo?—Preguntó preocupado.


—¿A qué te refieres?


—Desde que salimos del hotel te noto rara.


Bárbara se tensó.


—No es nada... Es solo... ¡Volver!—Dijo sin mucha emoción. Sabía que estaba mintiendo, pero esperaba que Santos no lo notara.

—No tienes porque preocuparte, cielo.—Le sonrió él con cariño.—No volveremos a caer en los mismo errores, te lo juro.—Besó su mano.


—Pareces muy confiado.—Bárbara alzó una ceja.


—Lo estoy. Ahora sé que nada ni nadie nos va a separar.—La besó.




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Alex estaba en su escritorio tratando de trabajar, cuando fue interrumpido por unos toques en la puerta, Sergio entró con una sonrisa. 

—¡Me liberé, bebé!—Exclamó entrando.


—Otro matrimonio que se va al carajo.—Se burló Alex.


—Si te casas con una desconocida en las vegas no esperes a tener el final feliz que Disney te vende.—Se excusó.

—No puedo creer esas cosas de usted, Sergio.


—Pareces mi padre.


—Descanse en paz.—Dijeron los dos con burla. 


—¿Qué te pasa?—Preguntó Sergio al ver a su amigo con un gesto muy poco de él.


—No se a que te...


—Vamos, Alex.—Lo cortó.—Te conozco desde los cinco años.—Le recordó.


—¿Recuerdas a la mujer que cenaba conmigo la otra noche?


—Blanca, castaña, ojos azules, grandes tetas y culo respingón ¿Esa?—Preguntó con una sonrisa.

Alex bufó mientras negaba.

—Ella...—Suspiró.


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Bárbara y Santos habían llegado por fin al pueblo, como lo esperaron los murmullos de la gente no se hizo esperar, ambos no les hicieron caso y caminaron hasta la camioneta cogidos de la mano.


—Pueblo chico...


—Infierno grande.—Completó Santos subiendo al carro.


—Estás feliz.—Se rió Bárbara. 


—Estás conmigo, vas a tener a nuestro hijo...—Santos cabeceo.—Se puede decir que estoy muy feliz.—Ambos rieron.


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Alex y Sergio seguían en su despacho hablando. 

—Quien lo diría ¿No?—Preguntó Sergio cuando Alex le contó la historia.—Fabián y yo pasamos años de nuestras vidas tratando de conseguirte una buena mujer.—Recordó.—Y de la nada aparece esta y cambia por completo tu mundo.—Sonrió.

Alex asintió suspirando.


—Me basta que ella sea feliz para yo poder serlo también.—Se encogió de hombros.


—¿Y si te invito una copa?—Dijo en el tono de la canción.—Y me acerco a tu boca y...


—Por el bien de tu integridad física deja de cantar.—Alex lo amenazó mientras se levantaba.



***

Bárbara y Santos entraron a la sala de Altamira y se llevaron una sorpresa al ver a Antonio y Cecilia algo cariñosos en los sofás.

—¡Buenas!—Gritó Santos haciendo que los dos se separaran sonrojados. 


—¡Santos!—Gritaron los dos sorprendidos.


La pareja observó con sorpresa a Bárbara quien se notaba incomoda y aún más después de haberlos visto de esa forma.


—Bárbara.—Cecilia le tendió la mano totalmente sonrojada, ella la estrechó.—Qué gusto volver a tenerlos aquí.

—Si, ya estaba pensando invadir Altamira.—Bromeó Antonio para romper el ambiente incomodo.—Doña.—Le tendió la mano.


—Sólo Bárbara.—Dijo en un murmuro.—Iré a llevar las maletas.—Dijo para salir de ahí.


—Claro. ¿Tía por qué no la acompañas?—Preguntó Santos recibiendo una mirada asesina por parte de Bárbara.


—De acuerdo.—La mujer accedió un poco temerosa.

Ambas llegaron hasta las habitaciones en silencio.

—Supongo que usted y mi sobrino compartirán recamaras.—Dijo Cecilia.

Bárbara asintió lentamente, ya sabía cual era la habitación de Santos pero dejó que la mujer la guiara. 

—Cecilia.—Bárbara la detuvo antes de que saliera.

—Dime, Bárbara.—Dijo ella tratando de no sonar tan brusca. 

—Quería disculparme contigo.—Dijo con dificultad. Aún le costaba disculparse por sus actos, no era su cosa favorita en el mundo. Pero sabía que si quería 

***
Santos se hallaba en el despacho con Antonio, éste último le obligó a que soltara todo de una vez, el abogado habló un poco apresurado, evitando una parte.
Antonio lo miraba con cierta emoción, ante él tenía un Santos que nunca había visto anteriormente ni siquiera con la misma Bárbara.
Éste era un hombre feliz, relajado. Sus ojos brillaban emocionados y tenían por fin paz.
—Alto.—Lo calló.—Pero... ¿Si Bárbara te ama... Por qué se iba a casar con otro?—Preguntó confundido.
—Eso, amigo mío... Te lo tendrá que responder ella.—Dijo sonriendo.—A que no te atreves a preguntarle.—Se burló.
—No me hagas esto...—Antonio lloriqueó.—Santos... ¡Soy tu mejor amigo merezco saberlo por ti!
—Sí, pero es ella quien tendrá que decirte.—Se rió en su cara.
—Tú no eres mi mejor amigo, amigo.—Lo miró mal.
***
Por otro lado, Marisela ya estaba lista.
Se había colocado uno de los vestidos que había comprado con su madre, su cabello estaba suelto y liso.
—Te juro que como ese idiota no tenga sueños sucios contigo esta noche, yo misma lo voy a golpear con una cuchara.—Gruñó Mónica buscando algo de comer en la nevera de Marisela.
—Cierra la boca.—Dijo sonrojada.
—A menos claro que sus sueños se hagan realidad esta noche...—Canturreó divertida.
—¡Estás delirando!—Gritó riendo.
—Diego es sexy, deberías darle una oportunidad... O dos y hasta tres.
—Mejor me iré, no puedo estar contigo mientras estás en modo churnia.—Se burló.
—¡Recuerda usar preservativo!—Le gritó.
***
Bárbara tuvo que poner de su parte, trató de no alterarse o hacer algún comentario descortés. Le contó un poco sobre lo que había vivido esos últimos meses en la capital. Cecilia la escuchó un poco confundida, había entendido solo una parte de la historia. 
—Por tu cara de confusión, me imagino que debes estar preguntándote el porqué me iba a casar con otro...—Adivinó Bárbara con facilidad.
—Sí, la verdad es que esa parte no la entiendo...—Dijo olvidando la incomodidad que seguía en el lugar.
—Me gustaría decírtelo, pero deberás preguntarle a tu sobrino.—Se encogió de hombros ocultando una sonrisa.
Cecilia la miró con la boca abierta, no le parecía justo que no le dijera.
—Créeme, le preguntaré.—Dijo divertida.—Iré a ver si la cena ya está, debes estar hambrienta.—Le sonrió.
—Cecilia...—Bárbara la llamó.—Marisela te envió una carta.—Se la tendió.
—Gracias.—Ella le sonrió con agradecimiento y salió.
Cecilia abrió la carta un poco intrigada.
''Querida tía Cecilia...
Estos días que he pasado junto con ella han sido los mejores de mi existencia, mi madre es una mujer totalmente cambiada, una mujer que ya no lleva ese peso y deseo de venganza. Y me quiere tía... Lo mejor de todo es que me quiere. Se que ustedes nunca se han llevado bien, pero no soporto la idea de que ella tenga que volver a ese lugar y esté sola... Sola y teniendo que aguantar las miradas de los demás. Sé que ella es una mujer fuerte y que no le hará caso a los murmullos. Pero que en el fondo la lastimará. Te pido que trates de entablar una buena relación con ella. Después de todo... Quien sabe, a la final ella tendrá que llamarte tía... 
Espero ir de visita pronto, o que vengan ustedes.
Tengo muchas ganas de verte y a los niños también.
-Marisela Barquero Guaimarán.

Cecilia sonrió al leer la carta, ella misma pudo observar el cambio que tuvo Bárbara, de ser una mujer altanera y prepotente pasó a ser una mujer con la que podía mantener una conversación tranquila y un rato agradable.
Por supuesto intentaría ser su amiga, después conociendo a su sobrino... En poco tiempo serían familia.
***
Los cuatro estaban en el comedor esperando a que la cena estuviera servida; el ambiente estaba más relajado. Santos conservaba tranquilamente con su mejor amigo y su tía.
Bárbara aunque no había dicho mucho, estaba atenta a la conversación y aportaba algo de vez en cuando.
—De acuerdo, no lo soporto más.—Exclamó Antonio mirando a Bárbara.—Éste tonto me contó lo que pasó en la capital... Bueno una parte.—Rodó los ojos.—Pero lo que no me dijo fue el porque de tu boda con el capitalino... Me ha dicho que te pregunte así que, por favor...—La miró desesperado.
—Espera.—Su esposa miró a la pareja con la boca abierta.—¡A mi me dijiste que le preguntara a Santos!—Dijo alzando la voz incrédula.
La pareja se miró divertida.
—Creo que nos atraparon.—Santos apretó la mano de Bárbara que sostenía por debajo de la mesa.
—¿Crees?—Ella alzó la ceja.
—Bien, pues... La verdad es que...—Antes de poder hablar Casilda entró con una sonrisa en la cara.
—La cena está lista.—Dijo sin haber notado el ambiente que se había creado entre ellos.
—La verdad es que deberán esperar hasta la cena.—Dijo Bárbara divertida.
—Ay, no.—Se quejaron los dos.
Después de que Casilda les hubo servido sus platos, el silencio reinó en el lugar. Antonio miraba a Santos con los ojos entrecerrados.
—¿Nos dirán que se traen de una vez por todas?—Se quejó.
Casilda que estaba terminando de colocar algunos platos más rió por lo bajo.
Santos miró a Bárbara pidiendo su consentimiento, ella disimuladamente asintió.
Antes de que pudiera hablar un pequeño canto de ave les llamó la atención.
—Es un alcaraván.—Anunció Casilda sorprendida y confundida.
—Qué raro.—Dijo Cecilia.—No me veas con esa cara, Sandoval.—Regañó a su esposo.
—Bueno es que me emociono... Espera si tú no...—Ambos miraron a Bárbara que tenía la vista pegada al plato.
—Sorpresa.—Dijo al unísono con Santos.

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