Capitulo 4.



¿Santos qué pasa?—Preguntó Marisela asustada por verlo tan pálido.

—Esto no puede ser verdad, no, no puede. 

—¿Qué es, Santos?.Santos le dio el periódico Marisela se levanto del tiro, no lo podía creer.No puedo creerlo, Santos ella se va a casar...

—Esto no puede estar pasando, no.—Dijo pasando sus manos por el cabello desesperado.—La perdí, Marisela.—Golpeó la mesa.—¡Yo le pedí que se alejara!—Gritó enojado.—Soy un cobarde, maldición.—Golpeó ahora la pared.—La perdí...—Susurró dejando escapar una lagrima.




—Santos, cálmate.—Dijo sorprendida por todo lo que pasaba. Nunca había visto a Santos actuar de esa forma.


—¿¡Como quieres qué me calme!?—Gritó.


—Bárbara no se puede casar.—Dijo ella tratando de no dejar escapar sus lagrimas.


—No, claro que no puede.—Dijo moviendo sus manos por su pantalón.


—Dejame ver esto.—Tomó el periódico. 

''El empresario y su prometida se hospedan en su hotel Villa Del Mar'' 

—Aquí dicen donde se hospedan... Podemos ir mas tarde.

—¿Más tarde?—Preguntó incrédulo.—Vamos cuando termines de desayunar.

—Muy bien.—Marisela se sentó para acabar su desayuno.—Pero no harás ningún escándalo, Santos. Recuerda como es ella, no la alteremos.

—No, ella me tiene que explicar como es eso de que se va a casar... Sobre mi cadáver lo hará... Ella es mi mujer.—Le dijo mirando con rabia la foto del periódico.

—Ella te lo va a explicar, pero nada de gritos ¿Me explico, Santos Luzardo?—Dijo severa. 

—Si, como sea.—Dijo sin hacerle caso.—¿Terminaste?

—Si, pesado. Vamos.


Los dos salieron del hotel en busca de Bárbara.


Tenían esperanza y muchos nervios.




--------
  
Bárbara vio a Alex bajar y fue a hablar con él.

—Mira esto.—Le mostró el periódico.

—Oh, ya estamos en el periódico.—Dijo con las manos en los bolsillos y una sonrisa que delataba su paz interior.

—¿Como puedes estar tan tranquilo?—Preguntó incrédula.

Antes de que pudiera contestar, Mónica llegó hasta ellos con su habitual sonrisa.

—¿Como amanece la pareja estrella?


—¿Pareja estrella?—Preguntaron los dos al mismo tiempo.


—Están la boca de todos. ''El increíble y guapo Alex Ferrer se va a casar''—Narró uno de los títulos.—No me extrañaría el saber que la prensa te empezará acosar, Bárbara.—La miró con pena. Bárbara abrió los ojos asustada.


Alex le guiñó un ojo dándole a saber que no tenía nada que temer, ese tema de su pasado ya estaba sanjado y borrado. 

—Acompáñenme al despacho del señorito, aquí.—Señaló a su padre.—Necesito empezar con los preparativos.—Dijo emocionada.

Al entrar al despacho Mónica empezó a bombardearlos con preguntas.


—Ahora que estamos solos y que no hay nadie que pueda escuchar... ¿Cuando se casaran? Tiene que ser antes de que la barriguita de Bárbara empiece a salir.—Tomó un lápiz y una hoja que estaba en el escritorio de su padre. ¿El próximo mes? Si, me parece bien.—Lo anotó. Bárbara y Alex se miraron con gracia.




—Quiero... Perdón, quieren una boda grande.—Sonrió dulcemente.—Y conozco una excelente iglesia. Bueno, eso es todo. Me alegro que nos hayamos entendido bien, vamos a desayunar.—Se levantó sonriendo.


Bárbara y Alex no pudieron reír ante lo que la chica había hecho y dicho.





—Creo que ya tenemos a quien nos organice la boda.—Le susurró él mientras caminaban siguiendo a Mónica.


—¿Una boda grande?—Preguntó con duda.


—Convencela de que no sea así.—Dijo mirándola con lastima.


—Será una boda grande.—Asintió.



---

Santos y Marisela llegaron a el hotel y fueron a la recepción a pedir el número de la habitación de Bárbara.

—Disculpe, necesito el número de la habitación de Bárbara Guaimarán.—Dijo Marisela sonriendo amablemente.

—Buenos días, disculpe señorita pero tengo ordenes de no dar el número de la habitación de la señora Guaimarán.


—Entiendo pero es que la necesito urgente.


—Señorita, entiendo que sea su trabajo por lo tanto espero que usted entienda que este es el mío.


—¿Trabajo?—Preguntó Marisela confundida.


—¿No es una reportera?


—Soy su hija.—Le sonrió.


—Oh, perdón. Es que no ha sido la primera persona que ha venido solicitando la habitación de la pareja, ya sabe por la boda.—Santos gruñó al escucharla.


—No pasa nada.—Sonrió y le dedicó una mirada asesina a Santos.







Mientras ellos estaban pidiendo la información Bárbara paso por atrás de ellos, ninguno de ellos se vieron.


Una vez estuvieron en el piso, Marisela tragó el nudo de emociones que tenía.

—Santos, creo que primero tengo que pasar yo, espera afuera, piensa bien lo que le dirás.—Dijo nerviosa.

—No, yo entro contigo.


—Santos, por favor... No quiero que se altere al vernos y piense cosas que no son.


—Bien.—Suspiró.—Pero no tardes por favor.—Marisela le sonrió.

Se alejaron un poco, Marisela llegó a la puerta del cuarto donde estaba su madre. Santos fue hasta unas sillas que estaban por ahí.


—Marisela.—Bárbara abrió la boca llevándose una gran sorpresa al ver a su hija.

-Mamá, mamita.—Marisela olvidó todo lo que había planeado decirle, no pudo contener las lagrimas y se abalanzó hasta ella.




—Marisela, calma, nena.—Marisela se aferró a ella. Bárbara también dejó escapar unas cuantas lagrimas.


—Te extrañé mucho.—Marisela se separó.—Te hemos buscado por todos lados, mamá.


—¿Hemos?—Preguntó Bárbara confundida.

—Si, hemos.—Dijo Santos entrando al cuarto. No pudo contenerse, el sentir a Bárbara tan cerca y no poderla ver.

Bárbara agachó la mirada al tenerlos ahí frente a ella.

—¿Qué hacen aquí?—Aunque la pregunta era para los dos. Bárbara solo miró a Santos con rabia.


—Mamá... Tenemos mucho de que hablar.—Marisela le sonrió.

Bárbara se volvió fría y distante.


—Santos y yo no estamos juntos.—Bárbara abrió los ojos como platos.—Sé que esto sonará raro, pero hemos estado buscándote por todos los pueblos y no te encontramos... Mamá, no puedes casarte. Tú amas a Santos y él a ti.


Bárbara dio un paso atrás sin comprender del todo, tenía el ceño fruncido y los miraba a los dos con ambas cejas alzadas.


—Bárbara, lo que dice Marisela es cierto... Amor, tú no puedes casarte.—Dijo Santos tratando de acercarse. Bárbara le dedicó una mirada asesina que hizo que se detuviera.

—Yo los dejo a solas para que hablen.—Dijo Marisela dispuesta a salir.

—No, no es necesario.—Bárbara la detuvo.—Santos y yo no tenemos nada de que hablar. Yo me voy a casar, estén o no estén juntos.—Dijo lentamente.

—Mamá, por favor. Estaré abajo.- Marisela salió sin esperar respuesta. 

—Perdón.—Susurró.—Sé que fui un cobarde y un bastardo, pero te amo.

—No me interesan tus disculpas, Santos. Voy a casarme te guste o no te guste.—Dijo sin mirarlo a los ojos.


—Tú no te puedes casar, Bárbara. Tú me amas.—Dijo seguro.

—¿Y eso quien lo dice?—Preguntó sonriendo.—En un mes pueden pasar muchas cosas.


—Un mes no sería suficiente para olvidar todo lo que vivimos, todo el amor que sentimos.


—¿No? ¿Y cuanto tiempo te costó a ti antes de ir atrás de mi hija?—Santos recibió eso como la más grande cachetada.


—Te pido una oportunidad, Bárbara. Se que no la merezco.


—Exacto, no la mereces.—Lo cortó.


—¿Puedes escucharme?


—¿Como tu me escuchaste a mi?—Preguntó ella respirando más rápido.


—Te amo, Bárbara.—Susurró. Bárbara abrió ligeramente la boca, hace un tiempo atrás le hubiese encantado escuchar esas palabras.


—Largo.—Ordenó.


—Por favor.


—Vete.—Dijo apunto de llorar.


—No.


—¡Vete, Santos!—Unas cuantas lagrimas salieron, se las secó con rabia.

—Me iré, pero quiero que sepas que eres el amor de mi vida y nena, no me rendiré.—Sonrió, la tomó por la cintura y la acercó a él.—Sé que soy un bastardo y un malnacido, pero te amo.—La besó, ella aunque quiso no pudo resistirse, lo había extrañado tanto.





—Vete.—Se secó las lagrimas.—Te odio.—Le escupió las palabras con rabia.

—Te amo.—Secó sus lagrimas.—Te necesito.


—¡Que te vayas!—Gritó llena de rabia.


Marisela entró corriendo al ver salir a Santos.


Encontró a su madre recostada a la pared llorando, fue hasta ella y la abrazó.

—Perdóname por ser una mala hija.—Dijo Marisela llorando igual.

—No seas tonta, mi niña.—Bárbara secó sus lagrimas para luego secar las de ellas.—Tú no tienes la culpa.

—Si, claro que sí. Yo me encapriché con él... Él era tuyo y yo...


—Es hora de dejar el pasado atrás, Marisela.—Dijo su madre sonriendo.—Es hora de empezar a formar nuestro futuro y te quiero en él, mi amor.—Marisela la miró emocionada.


—Ah, mamá.—La abrazó.—Pero mamá, Santos te ama, él.


—No lo nombres.—Bárbara la cortó.—Sólo tú y yo.—Le sonrió.


—Está arrepentido, mamá.—Dijo agachando su mirada. Bárbara asintió.

—¿Quieres quedarte conmigo esta noche?—Preguntó Bárbara sonriendo tiernamente.

Marisela sonrió y asintió.


—Si.—Su rostro reflejaba la felicidad que sentía en ese momento.—Espera un momento y le aviso a Santos.


Su madre asintió.


Marisela buscó a Santos por todos lados y lo encontró en el bar, rodó los ojos y fue hasta él.


—Oye.—Marisela le sonrió.


—¿Como está?—Fue lo único que preguntó.





—Digamos que aún está en estado de shock.—Dijo ella mirándolo mientras mordía su labio nerviosa.—Me ha pedido que me quede con ella esta noche.


—Entiendo.—Santos asintió.—Marisela... Te pido que me ayudes.—Dijo levantándose.

—Espera a que pasen unos días, Santos.


—Seguro.—Bufó.


—Hablamos mañana ¿De acuerdo?—Como respuesta Santos solo asintió.


-

Marisela volvió al cuarto de su madre, la encontró en su cama pensativa. Bárbara le sonrió y le pidió que se acostara junto a ella.




Estuvieron hablando durante todo el día sobre sus cosas, reían y lloraban. Evitando una parte, Santos.

Marisela comprendió el hecho de que aún no quiera hablar con él.

Te quiero presentar a Alex.—Dijo de pronto.

—¿Quien?


—Mi prometido.—Se le hacía muy extraño decirlo.
—Entonces la boda si va.—Agachó la mirada.

—Claro, Marisela.

—Pero...

—No lo nombres—La cortó.


—Tengo que nombrarlo, mamá.—Gruñó.—No seas terca. Los dos se aman.


—A veces el amor no es suficiente, Marisela. Yo necesito que me ayudes a olvidarle.


—Bien.—Susurró.—Pero ¿Y el amor?

   
—Se me pasará, me tomará tiempo pero lo hará.

—¿Y si no pasa?

—Ya veré que hago.—Bárbara decidió no arruinar el momento. Tenía a su hija y a grandes personas a su alrededor. Observó la hora.—Ven, es hora de cenar.

—Si, bueno... Ya me muero por conocer al tal Alex.—Dijo con emoción.

Bárbara abrazó por los hombros a Marisela mientras caminaban hasta donde estaba Alex y Mónica hablando.

—Hola.—Dijo llegando hasta ellos.


—Hey.—Alex besó su mejilla y le sonrió a Marisela. 


—Hola.—Dijo Mónica seca al ver como Bárbara tenía abrazada aquella extraña.


—Les presento a Marisela, mi hija.



Tanto Alex como Mónica abrieron los ojos como platos.


—Un gusto, Marisela. Yo soy Alex Ferrer.


—El gusto es mío, Alex. Mi madre me ha estado hablando maravillas de ustedes.


—Mónica.—Le tendió la mano sin muchas ganas. Bárbara y Alex se miraron por unos segundos al notar la reacción de la chica. 


—Me alegra tanto por fin conocerlos.
Los cuatro se dispusieron a cenar, los que más hablaban eran Alex y Marisela. Tanto Mónica y Bárbara estaba inmersas en sus pensamientos.

—Iré a dormir, buenas noches.—Mónica se levantó cuando terminó de comer.


Bárbara la siguió con la mirada al igual que Alex.


—Yo igual estoy cansada, será mejor que la siga.—Sonrió Marisela.—Buenas noches, Alex. Fue un placer conocerte. Mamá, te espero.—Los besó en la mejilla y los dejó solos.







—¿Me dirás qué tienes?—Preguntó Alex después de varios minutos en silencio.

—Lo vi.—Dijo Bárbara sin apartar la mirada del servilletero.
—¿A quien?—Preguntó Alex.

—A Santos.—Sin poder evitarlo volvió a llorar. Supuso que el embarazo no ayudaba mucho en esa situación.

—Cuéntame, nena.—Se levantó y fue hasta ella para abrazarla.


Bárbara le contó lo que había pasado esa misma tarde, Alex en silencio la escuchó y la entendió.


—Bárbara, ese hombre ha dicho que te ama, que está arrepentido y que ya no está con tu hija. ¿Qué esperas?


—No puedo, Alex. Él me ha hecho mucho daño, no quiero ni puedo perdonarlo. 


—Bárbara.


—Algo dentro de mi me impide que lo perdone. Algo me dice que me vaya...


—Pero lo amas.


—Y lo odio.


—La boda es en dos semanas, cariño... No seas terca, déjate llevar. 


—Una vez me dejé llevar y aquí estoy.—Gruñó. Alex sonrió.—No me mires así, nos vamos a casar aunque venga el papa a impedirlo.—Sonrió.


—Dios.—Alex miró al cielo.—¿Por qué no me mandaste una mujer menos terca?—Bárbara le dio un golpe en el hombro.—Y menos fuerte.—Se quejó.





A la mañana siguiente:                                                                                                              

Bárbara se despertó porque alguien tocaba la puerta 

¿Quien puede ser a esta hora? Pensaba ella malhumorada mientras se acomodaba la bata.


—Buen día, señorita.—El joven traía un enorme ramo de rosas rojas. Tragó nervioso al ver a Bárbara.—¿Se encuentra Bárbara Guaimarán?—Preguntó evitando ver más abajo de su cara.

—Soy yo.—El joven se sorprendió.


—El señor Santos Luzardo le manda esto.—Estiró el ramo. Bárbara lo miró con una ceja Alzada. 

—Adentro.—Le indicó donde dejarlo.—Gracias.


—Que tenga buen día.—El joven se fue sin poder evitar echarle otro vistazo a Bárbara.

''Hoy te amo mas que ayer, mi Bárbara...
Luchare por ti, lo juro. 
Por siempre tuyo Santos L'' 

Bárbara rodó los ojos y no pudo evitar sonreír.
Admiró las flores y se alejó para guardar la nota.




—Buenos días, mamá.—Marisela la sorprendió.—Que lindas flores.—Tocó una.

—Buenos días, princesa. ¿A que están hermosas?

—Están hermosas.—Sonrió.—Pero mi pregunta es... ¿Quien las envió?

—Santos.

¿Qué y lo dices así como si nada?

—Si, por que me da igual.—Se encogió de hombros.

—Si, como no...

—Marisela deja de pensar cosas que no son, venga alístate para ir a desayunar.

—Esta bien, mamá.

—Tengo que bajar para hablar con Alex por un momento, pero después soy tuya.—Le sonrió.—¿Quieres ir a la playa o a centro comercial?

—Lo que prefieras está bien.

—De acuerdo.


Bárbara aprovechó que Marisela estaba en el baño para ponerse un vestido y peinarse un poco y luego corrió hasta donde estaba Alex.



Tocaron a la puerta y Marisela que ya estaba casi lista fue abrir. 


—¿Está Bárbara?—Preguntó Mónica cruzándose de brazos.


—Salió a buscar a tu padre, dijo que volvería dentro de un rato. Pasa.—Marisela le sonrió.


—Estaré bien aquí afuera.


—Mónica ¿He hecho algo qué te moleste? Porque desde que llegué solo he recibido malas miradas y gruñidos de tu parte.


—¿Qué si has hecho algo que me moleste? Si, claro que si. Aparecer.


—No entiendo.


—Por tú culpa Bárbara está destruida.


—¿Destruida? Pero si ayer me dijo que estaba feliz.


—Claro que va a decir que está feliz, y va a deslumbrar esa sonrisa. Pero mira profundamente dentro de esos ojos. Cariño, ustedes la terminaron de destruir.


Marisela agachó la mirada.


—Yo juro que estoy arrepentida de lo que hice.—Soltó algunas lagrimas.—Quiero que ella sea feliz, Mónica. Lo deseo más que nada.






Mónica notó la sinceridad con la que la chica lo decía, le fue imposible no creerle.


—Te creo.—Pasó al cuarto y observó las flores.—¿Y esas flores?


—Se las envió Santos a Bárbara.—Dijo cuando estaba mejor.

—¿Neta?—Mónica sonrió.

—Si.Ambas sonreían.

—Es una pena...—Dijo Mónica tocando uno de sus pétalos.

—¿Qué cosa?

—Que se amen y no estén juntos.—Marisela suspiró y asintió.—A menos claro que nosotras... Le demos una ayudadita.—Sonrió mirando a Marisela.

—¿Qué tienes en mente?—Preguntó hasta con miedo.

Mónica le contó su idea a Marisela y se pusieron de acuerdo.

—¿Entonces es para esta noche?—Preguntó Marisela.

—Si, tu te vas con Bárbara y yo con Luzardo. 

—Bien, toma la dirección.




----

Bárbara estaba con Alex en su despacho.

—Entonces te mandó flores.—Dijo cuando Bárbara le terminó de contar entre gruñidos.

—Es un idiota, un...

—Pero lo amas.—La cortó.—Dilo sácate ese peso de encima, dilo.—Le animó.

—Lo amo, así todo pelele y todo lo que es.—Susurró con desgana.

—Bárbara...


—No, pero tú bien me lo dices ¡Mi orgullo es más grande!

—Serás jodía.—Suspiró Alex.


—Nada, tengo que ir con mi hija al centro comercial, a la playa no se, adiós.
—¿Nos vemos para cenar?—Le gritó antes de que saliera.—Hoy es noche de karaoke.

—Claro, adiós.—Dijo sin prestarle mucha atención.




-

Bárbara volvió a su recamara y vio a Mónica hablando con Marisela, eso le alegró mucho.

—¿Qué hacen?

—Nada.-dijeron a coro asustándose. 

—Ay, unas angelitas ustedes ¿No?


—Si.—Volvieron a decir con burla.

—Bueno, vamos. ¿Mónica quieres venir?

—No, no tengo que hacer... unas cosas con mi papa.—Aparentó normalidad.

—De acuerdo...—Dijo no muy convencida.

—Nos vemos en la tarde.—Le guiñó el ojo Marisela.


----

Mónica salió de su hotel rogado porque su padre no se diera cuenta de su huida.

Fue hasta la dirección que le dio Marisela. A llegar tocó la puerta con suavidad, pero nadie atendió; tuvo que hacerlo con más fuerza. Estaba pensando en irse cuando la puerta se abrió lentamente dejando ver la imagen de un Santos resacoso, con barba bastante grande y ojeras.

—¿Eres Santos Luzardo?—Preguntó en un susurro.

—Así es ¿Y usted es, señorita?

—Soy Mónica Ferrer.—Sonrió como pudo.—Soy la hija de Alex Ferrer y él es...

—El prometido de Bárbara, lo sé.—Gruñó.—¿En qué puedo servirte?—Dijo sin muchas ganas.


—Si me dejas pasar te lo cuento todo.—Sonrió. Santos rodó los ojos y asintió mientras abría más la puerta. Después de todo, no tenía nada que perder.


 Lo primero que Mónica observó fue el montón de botellas que había por el cuarto, luego le llegó el olor.


—Viejo, vives como un vagabundo.—Dijo perdiendo la pena.


—Dos veces en la misma semana, voy a empezar a creerlo.—Dijo para si mismo Santos.


Mónica apartó varias botellas para poder sentarse.


—¿Entonces, acostumbras hacer esto siempre?—Preguntó Santos al ver tan cómoda. 


—No, ¿Qué me dices tú?—Preguntó señalando el cuarto. No se había fijado que las paredes tenían manchas de sangre.—¿Mataste a alguien?—Preguntó con miedo.


—Si, a una niña que vino a fastidiar mientras tenía resaca. Sus restos están debajo del sillón donde justamente estás sentada.—Dijo con seriedad Santos.



—¡No juegues con eso!—Gritó Mónica levantándose mirándolo mal. 


Santos rió por lo bajo mientras le mostraba sus nudillos y Mónica comprendía. 


—Ahora, sin rodeos ¿Qué quieres?


Mónica se mordió el labio antes de contarle su plan, le costó un rato convencer a Santos.


—Vamos, no tienes nada que perder.—Dijo sentada ya en frente a él.—Solo inténtalo. 


—¿Tan mala te parece Bárbara como madrastra?—Preguntó con burla. Mónica entrando en confianza le dio un golpe en el brazo.


—¿Quieres recuperarla o no?—Gruñó.


—Si.—Santos suspiró.


—Bueno, ahora ve a bañarte y ponerte guapo.—Le animó.—¡Ve! ¡Pareces un vago!—Le gritó. Santos le gruñó.

---


Bárbara y Marisela habían pasado todo el día comprando cosas y riendo 
al llegar al hotel, Marisela arregló a Bárbara, le puso un vestido rojo y su cabello suelto se veía muy hermosa.

—¿A ver niña hermosa, me puedes decir por qué quieres que me arregle de esta manera?—Dijo Bárbara señalándose.

—No, por nada mamá.—Dijo nerviosa.

—No te creo...

—¿Ay mamá, que tan raro es que yo quiera arreglarte? Eso hacen las madres y las hijas.

-Ajam, si.—Bárbara la miró por un rato largo.

—¡Ya!—Exclamó Marisela sonrojada.


---

Mónica y Marisela estaban abajo, Bárbara estaba todavía en su recamara.

—¿Todo listo?—Preguntó Mónica.

—Si, Bárbara está hermosa. 

—No te creas, eh. Mi vagabundo está muy guapo.

—¿Eh?—Preguntó Marisela confundida.


—Nada, que Santos está guapo.—Sonrió inocente. 


—Esto es una locura.


—Que comience el plan.—Rió Mónica.


—Van a matarnos.  

Comentarios

  1. muy buena esta maricela me gusta!!! mas la otra me cae mal jejejej te felicito muy lindo!!!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Capitulo 1.

Capitulo 6.